Ronda de Sant Pau
Barcelona. Es viernes y es sol.
Ángel
mi vida, que todo lo llenas
mi amor, que hasta la vida te debe
Esta mañana llegó tu carta. Ella vino deprisa a dármela, en cambio yo, recordé esa sensación de cuando logramos parar el mundo, y la guardé en el bolso del mandilón, esperando un momento a solas, un instante de paz, entre el cansancio y la noche. Te leo recostada en la cama, y te noto encerrado, horriblemente cargado de responsabilidad que no sé si te corresponde. Mas te siento lleno de amor, y esa es la llave hacia nuestra libertad, sin duda.
Pasó un ratito hasta que seguí leyendo, quise respirar y dejar que mi corazón clandestino se calmase imaginando lo bonito que sería que estuvieses aquí, para poder abrazarte y dejar que reposaras tu cabeza en mi regazo desnudo, como siempre hacemos entre caricias de extrema delicadeza. Seguí leyéndote, y los latidos de nuevo fueron tan intensos como el silencio, y su cruda belleza. Y en mis manos taciturnas así te sostengo y te releo, y se vuelve a parar la ciudad, como cada vez, cada única vez que pudimos estar juntos. Las mismas manos que ahora destempladas juegan a recorrer mi cuerpo como si de las tuyas se tratasen. Pero no es lo mismo, Ángel. No me avergüenza confesarte que necesito uno solo de tus dedos, haciéndome en silencio, y tu calor, y tu sola presencia.
Cuando te escribo, quiero lucirme ante ti, siempre intento esconder mis dudas, pero hemos hecho un pacto, de ser y estar y hablar sin temores sin dobleces sin fronteras, y me consta al leerte que tu también lo cumples. Así que aquí me tienes , tendida en la cama, con tus cartas cerca donde pueda olerlas, como tantas veces hemos estado, mirándonos, a través del microscopio que son los ojos que, cerrados incluso, ven todo lo que otros jamás podrán vislumbrar, a riesgo de desenfocar la realidad al mirarnos a tan poca distancia.
Aún así todas las consideraciones sirven para verlo todo más claro, y para amarnos sin reservas, que es la única manera de querer y de amar en la que, a pesar del mundo, creo.
Puede que tengas razón, Ángel. No sé si quiero saber de la oscuridad y la sangre, de un pasado sin remedio que no hemos decidido y que ya no podremos cambiar. No sé si quiero saber más de los vecinos que dejé atrás, o de unos valles casi secretos hasta en los mapas. Aunque todo lo que atañe a mi abuelo, es también, por supuesto, cosa mía, y ahora también cosa tuya. Por eso sé a ciegas que cuidarás cada detalle y de Manuel, quien todo lo dio en vida a cambio de criarme, hasta llegar a ser la mujer que soy, el mismo que supo ahora dejar que me fuera lejos. Tanta entrega y tanta generosidad solo resulta posible en las personas que amamos, y a veces ni eso siquiera.
Quizás lo más terrible que te oído hasta el momento. Renegar de tu Dios, y de tu fe en él. Sabes que jamás te pediría nada parecido. Pero entiendo tus recelos, y tu incertidumbre, y todos tus debates al respecto. Creo que entiendo tu ira. Pero sabes que ninguna iglesia conseguirá borrar la vida misma, porque nadie es dueño de todo el tiempo, porque en todo caso somos nosotros quienes inventamos el olvido, y también quienes podemos impedirlo. Creo en las personas como tú Ángel, honradas y luchadoras, sensatas con la lógica del alma, si es que el alma respira con fórmulas matemáticas, que esa es otra… No te angusties, amor mío, y no consientas que te roben ni la paz ni la fe en lo invisible y lo todopoderoso, esa fe que yo a menudo dudé desear tener, y que al final encontré en tu amor. Creo en ti, es todo cuanto debes saber.
Barcelona, ya sé porqué le dicen ciudad condal. Está tan abierta al mundo y a los humanos que merece, por su talante y su extraordinaria luz, al amanecer y de noche al apagarse, el título de ciudad mundial. A mí me ha adoptado como hija del azar, y me siento feliz de pasear por sus calles, sin rumbo, de sentarme a descansar frente al mar, y ver en los juegos de los niños en la arena, nuestras manos jugando libidinosas en toda su inocencia. Feliz de imaginar que en unos meses podremos vernos, quizás sin tener que esconderse todo el día, solamente ser fugitivos al huir de la maldad y la perversidad con que ciertos humanos siempre se apoderan de las situaciones. Si ha de triunfar la belleza, en todas sus extensiones, ha de ser en la tierra, en un lugar como éste, como muchos otros lugares, con todo el horizonte, con todo el futuro siempre por delante.
Confieso que me repito sin cesar las palabras de mi abuelo en el andén… Imagínate que todo sale bien…
Qué fácil será la vida cuando estemos, al fin, juntos. No dejo de soñar con esa imagen, despierta, preguntas y respuestas, miradas y miradas hacia delante, diálogos que ahora solamente son monólogos pero que sin duda acabarán siendo la película de nuestra vida, en un cine con dos únicos espectadores. Nosotros y en la butaca de al lado, nuestro amor. Y ahora entregarme a la difícil tarea de esperar tu respuesta, y a vivir mientras te espero. Con miedo a que intercepten mis cartas, a que se interpongan entre nosotros, a que desaparezcas incluso… Disculpa que te escriba mis temores más inconfesables, siento necesidad de sacarlos fuera, mi alma debe permanecer pura y ocuparse ahora de nosotros y de nuestra supervivencia, exclusivamente. Entiéndeme bien. Y sigue a mi lado.
Prefiero no gastar palabras hablando de lo cotidiano, de esta casa, de estas calles, de esta familia, de mi trabajo diario. Sé que lo entenderás. Las cartas se me vuelven escasas, cada vez más, o yo me vuelvo desprendida, no lo sé. No sabré escribirte notas escuetas, y no quiero hacerlo. Cualquier persona me adivinaría con leer apenas las primeras líneas, así que me pregunto, para qué esconderme en palabras incompletas y folios exiguos… Te escribiré como nunca, sabiendo que cada uno de esos renglones torcidos son en realidad el camino. Y sabré conformarme con tus cartas, tengan la extensión que traigan, siempre me sabrán a poco. Alma inconformista e impaciente. Alma que te desea y que te espera. No lucharé también contra mi propia esencia. Cambiaré para ti, mientras te espero, mis lágrimas por sonrisas, y mis dudas por alegrías. Sabré esperar a que de repente te vea aparecer caminando, sin sotana y sin tapujos, y te quedes, maldita sea, y te quedes conmigo.
Seré más que papel y bálsamo y tiempo
Seremos más allá de tu cárcel sin sol y mi clandestinidad
Siempre desnudos
Siempre la piel
Alma
Escrito y publicado por Nieves Bruxina, Marzo 2017